jueves, 8 de abril de 2010

Abril creativo


En un bosque de rarezas acecha algo bonito, esperando. No es un bien ni un servicio, no es una marca, es una idea.
Una idea que flota caduca, temerosa de que no la cojamos al vuelo y muera.

A uno de Abril ya noto que nacen y echan a volar miles de ideas. Ideas que a algunos dan alergia y a otros alegría.
A mi, suerte.
Abril siempre me ha parecido un mes creativo. El mes de las buenas "sorpresas de la vida".
Del ocho, hoy, al catorce, al menos.

lunes, 5 de abril de 2010

Incisos vitales

Tenía preparada la entrada de la gula. Preparada y retocada y sólo quedaba darle a "publicar", pero no he podido.
Hoy es uno de esos días en los que te enfrentas con tu pasado, y tu mundo tiembla.

He encontrado, investigando en internet, a un viejo amor. Digamos mejor, un viejo amigo.
Escribe de maravilla y se está haciendo famoso. Y descubro que lo que para mi era un niño con un millón de sueños y proyectos, típicos de los veinte años, resultó ser un poeta de verdad, de los que te ponen los pelos de punta.



Y ahora me da pena, o rabia, recordar que leí lo que hoy se edita, de las hojas sin siquiera grapar en su cama. Que he tenido la suerte de que lo leyera en mi presencia y sólo para mi y que hasta me preguntara qué me parecía.
La vida deja pasar cosas increibles cuando no sabemos valorarlas.
Y me da pena, o rabia, pensar en lo que podría haber sido, y yo sin saberlo; en que hay despedidas que te dejan con un agrio sabor de boca y no tienen vuelta atrás.
Lo volveré a hacer igual de mal cuando pensar en mañana no me deje vivir hoy.

Así descubro que es peor la pena, o la rabia, que el dolor de corazón o el llamado "mal de amores". Que, de verdad, quien no arriesga no gana. Por mucho miedo que me de.

martes, 9 de febrero de 2010

Día 4. Soberbia de la buena

Llevo tres semanas sin fumar, y me he dado cuenta de que voy a estar eternamente "dejando de fumar". ¿Seguiré contando los días cuándo lleve una eternidad?, pero... ¿llegaré a estar sin fumar esa eternidad?
Me respondo que sí, incrédula de mí, pero todos, hasta mi otro yo (el de los fines de semana), desconfían de mi fuerza de voluntad. Así que ahora ya no sé si lo dejo porque sé que debo dejarlo, o si lo dejo para cerraros la boca/bocaza, dependiendo de cada cual.
Parece que hoy toca pecar de soberbia.


¿Cómo no? Cómo no va a venir la vanidad si he conseguido que dos amigas dejen de fumar. Si estoy desmantelando - poco a poco, como quien construye roma (sólo que al revés) - el imperio de la industria tabacalera.
Y así es como me imagino que me ganaré el toctoc en mi ficticia puerta de Rodríguez Zapatero, o quien le siga, para decirme "ya te vale niña, ¿te parece bonito?".
Estoy empezando una pequeña revolución. Ojalá no fuera pequeña, pero tampoco tengo mucho poder de convicción...

Y no me canso.
Porque cuando un desconocido se enciende un cigarro de esos que yo antes me fumaba, encantada pero en el fondo obligada por mi dependencia, le miro con mala cara. Sí señor.
Lo sé. Bueno no lo sé, porque no me veo. Pero eso creo, sí.
Pobrecitos
, pienso para mí (si lo pensara para ellos me darían muchas collejas), cuando al salir del metro o del centro comercial o de clase o de... cualquier sitio, antes de entrar al metro o al centro comercial o... (¿de verdad tengo que repetirlo?), al esperar algo o a alguien, y ese longuísimo "etc", se encienden automaticamente un cigarro. Pobrecitos.
Reflexión: Y si pienso que ellos son pobrecitos, será que pienso que yo no lo soy porque yo no lo necesito. Osease, soberbia.

Lo huelo.
Se me cae la baba.
Me da vueltas la cabeza - no del colocón, sino de la envidia pelotera.
Pero reacciono:
A imitar: Girar la cabeza hacia el sujeto que fuma, por encima del hombro. Ligera elevación de la barbilla. Fruncir el ceño y achinar los ojos como sosprechando. Arrugar la nariz como si en lugar de tabaco olieramos a la famosa caca de vaca. Y separar el labio superior.
Cara de asco.
Soberbia de la buena.
Si llevas tres semanas sin fumar, te sale sola.

Que detallazo por mi parte poner pobrecitos siempre en cursiva. Por si alguien me lee y fuma y piensa que le insulto. ¡Que no!, que yo antes era pobrecita, que yo te entiendo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Excusas

Lo sé y lo siento.

Sé que me propuse escribir y me he fallado.
También me propuse - y con más voluntad - no fumar, y eso sí que lo estoy cumpliendo.

Diría que estoy atareada, pero quien me conoce sabe que eso ahora no es verdad. "Quehaceres" tengo muchos, pero no los considero tareas a corto plazo y como buena estudiante, las aplazo.

Me prometo escribir pronto.
Mañana que es martes, ni te cases ni te embarques, pero escribe algo.
No sé si me creo o si me excuso.

jueves, 21 de enero de 2010

Día 3. La pereza

Ayer no escribí, y creo que esta claro porque. Me pudo la pereza.

He comprobado que estar todo el día sentado o tumbado conlleva no querer dejar de estar sentado o tumbado.
Que cualquier movimiento que te saque de ahí, que conlleve dejar de estar por un segundo sentado o tumbado, es percibido como una tortura o un castigo inexplicable, inmerecido, irracional, incomprensible, pero sobre todo: incómodo de narices.

Lloriqueamos por el día en que se invente, y se comercialice, el teletransportador de moléculas que nos desplace hasta el baño sin sacarnos ni un suspiro.
Por tener los superpoderes necesarios para acercar la nevera al sofá con un simple pensamiento y que no le falte eso que nos está apeteciendo.
Porque el teléfono se vuelva tan inteligente como la raza humana y sepa contestarse sólo de manera coherente como lo haría una teleoperadora del servicio de atención al cliente - o incluso mejor -.
Por ser temporalmente sordos e incapacidos para responder a los gritos de colaboración que, desde otra habitación, alguien nos hace para que vayamos, ni aunque el problema fuera un "mayday" en toda regla.

En fin: para que nada ni nadie pertubara la paz que nos da el sufrido síndrome del deseado movimiento cero...
Sufrimos.

(El síndrome del movimiento cero es una cuestión que merece un segundo de mi atención, análisis y reflexión cabilante.
Creo que, desde este instante en el que se me acaba de ocurrir esta estupidez supina, debería registrarlo para que, en el futuro, ningún psicólogo, psicoanalista o antropólogo me lo robe y crea que la obra de creación de la concatenación de estos términos es suya...insensato él)

Ayer no escribí, y creo que está claro el porque. Sufrí el síndrome del deseado movimiento cero.
Y cómo se sufre al saber que antes o después tendrás que cambiar tu posición corporal y dejar de estar sentado o tumbado.

Como un niño que excusa su pereza o falta de responsabilidad aludiendo que fue el perro, quién de manera descortés y en un ataque de locura, se comió sus elaborados deberes, yo excusaré la mía aludiendo a un síndrome patológico de moderno descubrimiento, de patente aún pendiente, para disculparme sutilmente ante tí que usas tu tiempo en leerme.

Hace hoy cuatro días que no fumo y podría decir que ya no recuerdo cómo era capaz de fumar cuando sentía los síntomas del mencionado (y ya hasta la saciedad) síndrome inventado - totalmente sobre la marcha -. Claramente, debía de tener superpoderes.

martes, 19 de enero de 2010

Día 2, La avaricia

Hay un sucedáneo de tradición, unida a la osadía, o locura, de dejar de fumar, muy simple y que dice así:

Cada día has de meter,
en una hucha o similar,
el dinero que en tabaco
te habrías de gastar.
Así al mes, a los dos meses,
o cuando las rebajas llegen,
habrás ahorrado
lo que no te has fumado,
y te lo pondrás gastar
en lo que te guste más.

Hoy es 20 de enero, ya son las rebajas.
Y allá que voy. Sin que me haya dado tiempo a ahorrar más que seis míseros euros.

Vuelvo con 200e menos.
Tengo que poner sólo la "e". Si pongo "doscientos euros" el suelo que piso tiembla, se abre la tarima flotante que pusimos nueva hace no mucho, y se materializa un foso redondo y oscuro, frio y húmedo, donde van a parar mis ganas de vivir.
Asique mejor pongo sólo la "e".

Lo peor de ir de compras no es lo mucho que me he gastado; Es la sensación de vacio interior que me queda al salir de La Vaguada, 3 horas después, cargada de bolsas, y esperar a que el 132 venga y me lleve a casa... esperar sin poder fumarme ese cigarro que me sirve para analizar lo comprado, echar las cuentas, sumar tickets de esto y de aquello, pensando si al final voy a cambiar esto y cuando podré estrenar aquello.
Pero soy más fuerte que la tentación. Y el 132 es más rápido que un rayo.

La avaricia me ha inutilizado. No tengo manos para sacar el abono, ni para agarrarme, ni para darle al botón de "parada solicitada", pero me siento como una diva... aunque sin el caché que parece dar el sujetar un cigarro como Audrey, me sigo sintiendo divina igual. Mi cuenta del banco prefiere que fume, pero a mí la avaricia me sienta genial.

Llego a casa y veo que sí que hay alguien ahí. Que alguien me lee, y me comentan y todo.
Tengo que daros... pero ¿qué digo "daros"?
Tengo que darte las gracias. Soy tan fuerte como los apoyos que recibo sumados.

Recomendación: http://www.asos.com/
Por si la avaricia, o el tabaco, os deja ahorrar para vestir como en Londres se hace.

Día 1. La envidia

Pensabas que no llegaría el día, pero no caerá esa breva. Ya lo decía Murphy (y sino, le pega todo decirlo) que si no quieres que llege el día en el que tienes que dejar de fumar - por autoimposición -, el día llega antes de lo que es físicamente posible.

Anoche me fumé el que espero sea mi último "piti", y no lloré ni nada...insensata. No sabía lo que se me venía encima.
Ahora llevo unas 27 horas sin fumar. Estoy batiendo un record personal inimaginable y de incalculable valor (cuantificable). Sé que debería sentir orgullo. Pero lo único que siento es envidia.

Sí, envidia de tí, que mientras me lees te enciendes un palito de placer.

Y de tí que me pides en el patio de la universidad un cigarro sin saber el daño que le haces a todo mi bolso, que sufre en (obvio) silencio la nostalgia del paquete de Lucky Strike que siempre viaja con nosotros - línea 7 arriba, línea 7 abajo -.

Y sí, también de ti, que fumas y fumas por la ventana de clase antes de que llege el profesor... Sin compasión alguna pides un "calo" al de al lado, me miras, siges la conversación, como si el humo exhalado no hubiera entrado ya en el campo de mis capacidades olfativas, como si mi nariz fuera ciega y yo fuera tonta.
No te mofes, que te veo. Y sufro envidia. Sienteté orgulloso.